“La paz es posible”: cómo un programa en Loíza transforma la comunidad

Trece años después de la iniciativa de construcción de paz de Taller Salud, el Acuerdo de Paz continúa interrumpiendo la violencia y fomentando la reconciliación en Loíza

Por:
Isabelle Senechal
Publicado en
June 26, 2025
Equidad
Participacion politica

LOÍZA, Puerto Rico — Se escucha el chillido de unas tenis en una cancha al aire libre en Tocones, mientras un joven jugador de baloncesto, que viste una camiseta oscura, evade a dos defensores custodiando el aro. Bajo el resplandor de los focos, el jugador lanza el balón. Los espectadores pitan mientras el balón se desliza suavemente en la canasta y rebota de vuelta a la tierra; los gritos entusiastas compiten con el coro nocturno del coquí.

Ante este competitivo partido nocturno entre adolescentes, es difícil creer que la cancha donde la juventud de Loíza se reúne a menudo para los torneos locales de baloncesto solía ser un espacio demasiado peligroso, incluso durante el día.

Por muchos años, los conflictos violentos entre gangas de barrios aislaron la comunidad de Tocones en Loíza. Las condiciones peligrosas perturbaron la vida de muchas personas, disuadiendo a los residentes de reunirse en espacios públicos por temor a su integridad física.

“Ni siquiera podíamos sentarnos en nuestra sala. No podíamos reunirnos con nuestra familia. No podíamos jugar afuera. Había mucha violencia”, recordó Alicia Carrasquillo Ortiz, líder comunitaria en Tocones.

Alicia Carrasquillo, líder comunitaria del barrio Tocones de Loíza, conversa con los vecinos en una de las canchas de baloncesto, que son esenciales para la iniciativa de justicia restaurativa de Taller Salud. Foto de Carlos Berrios Polanco

Residente de toda la vida en Tocones y defensora feroz de su comunidad, Carrasquillo Ortiz ha visto su vecindario en las buenas y en las malas. Se llama a sí misma una “mujer multifuncional” debido a los muchos roles que desempeña en Tocones: presidenta de la junta comunitaria; administradora de alimentos para una escuela; y voluntaria. El día de nuestra entrevista, todavía tenía residuos de pintura en la piel por estar arreglando techos en la comunidad.

En Loíza, solía existir una especie de violencia vecinal de un barrio contra otro”, explicó Carrasquillo Ortiz. Las disputas entre gangas crearon una sensación de aislamiento y desconfianza en la comunidad, lo que dificultaba incluso pedir azúcar o arroz a los vecinos de al lado, dijo.

Pero el tipo de violencia territorial que describió Carrasquillo Ortiz ha disminuido en Loíza durante la última década. Los jóvenes están más involucrados en proyectos comunitarios y eventos locales, como torneos de baloncesto, picnics y paseos a caballo. Incluso, jóvenes de pueblos cercanos vienen regularmente a jugar en las áreas recreativas de Loíza, a veces hasta tarde en la noche.

Desde la perspectiva de Carrasquillo Ortiz, el catalizador de este cambio es claro: “Gracias al programa Acuerdo de Paz podemos por fin respirar aire fresco”, dijo. “Cuando intervinieron, gracias a Dios, se creó una barrera de 'alto, ya basta, vamos a coexistir'”.

Acuerdo de Paz es una iniciativa de reducción de violencia centrada en la comunidad y basada en la evidencia, que opera en Loíza desde 2011. Encabezado por la organización feminista Taller Salud, el programa trabaja para interrumpir la violencia identificando e interrumpiendo situaciones potencialmente peligrosas, mediando conflictos y empoderando a los miembros comunitarios para fomentar una cultura de paz a través del diálogo y las campañas de educación.

Taller Salud ofrece campañas educativas que promueven la unidad, la tolerancia y el sentido de pertenencia. Foto de Carlos Berrios Polanco
Nuestro objetivo principal es minimizar las muertes violentas de nuestra gente”, dijo Zinnia Alejandro, directora de la iniciativa Paz y Desarrollo en Taller Salud. “Confiamos en los seres humanos en que pueden transformar sus formas de resolver conflictos. Por eso estamos aquí”.

El enfoque de Taller Salud para la resolución de conflictos y la reconciliación ha demostrado ser exitoso en Loíza. La tasa de homicidios de Loíza ha disminuido significativamente en los últimos 13 años desde que se implementó el Acuerdo de Paz en la comunidad, según datos de criminalidad en el municipio.

Cuando se lanzó Acuerdo de Paz, en 2011, Puerto Rico experimentó su tasa de homicidios más alta desde 1994, con un número récord de 1,136 homicidios en todo el archipiélago, según datos de criminalidad del Buró Federal de Investigaciones. La epidemia de asesinatos de 2011, en Puerto Rico, afectó desproporcionadamente a Loíza, que reportó 43 homicidios ese año. Esto se tradujo en casi 165 homicidios por cada 100,000 personas, en contraste con aproximadamente 30.6 homicidios por cada 100,000 personas a nivel nacional en el archipiélago.

Después del primer año del Acuerdo de Paz en Loíza, el municipio reportó 23 homicidios en 2012, una disminución del 47% en el número de muertes violentas con respecto al 2011.

El año pasado, hubo 14 homicidios, lo que representa una reducción del 67% en las muertes violentas desde que el Acuerdo de Paz comenzó a operar en Loíza, según datos del Negociado de la Policía de Puerto Rico.

Pero Taller Salud no mide el éxito del Acuerdo de Paz solo con la reducción en muertes violentas en Loíza. La organización también mantiene una base de datos interna de intervenciones de paz facilitadas por sus interruptores de violencia y trabajadores de alcance comunitario. Acuerdo de Paz realiza 405 intervenciones de paz mensuales con sus 45 participantes de alto riesgo, es decir, jóvenes que portan armas, que han salido de la cárcel, están cumpliendo probatoria o se han visto implicados en un tiroteo o suceso violento reciente. El equipo de alcance comunitario realiza seis visitas y tres llamadas al mes por participante, explica Yamilin Rivera Santiago, directora de comunicación y desarrollo de Taller Salud.

[El Acuerdo de Paz] ha creado conciencia para que podamos vivir de forma saludable. Hemos vuelto a la confianza; a la unidad”, dijo Carrasquillo Ortiz. “Se siente la paz”.

'No más muertes violentas': los orígenes

Ubicada en la costa, a casi 23 millas al este de San Juan, Loíza es una comunidad costera vibrante con una rica cultura afrocaribeña. Conocida como “La Capital de la Tradición” en Puerto Rico, el arte folclórico, la música y la cocina local distintiva de Loíza tienen profundas raíces en la herencia taína y africana.

El municipio deriva su nombre de Yuisa, la primera Cacica taína de Puerto Rico, quien lideró su tribu durante la invasión española de Boríken en el siglo XVI.

Dos de los 19 estilos de baile de bomba de Puerto Rico se originaron por los cimarrones liberados en Loíza, incluido el estilo de bomba más rápido de la isla.

Además de las celebradas tradiciones afropuertorriqueñas de la comunidad, Loíza tiene una fuerte historia local de activismo liderado por mujeres y resistencia a la injusticia social. Por ejemplo, la lucha de Loíza contra el desplazamiento forzoso, en la década de 1980, surgió de Adolfina Villanueva Osorio, una madre de 34 años que fue asesinada por la policía después de protestar por el intento del gobierno de apropiarse de su propiedad para la Iglesia Católica. Hoy, el lote de Villanueva Osorio permanece vacío, pero su legado como activista por la vivienda digna y como mártir continúa inspirando a las mujeres líderes en Loíza.

A pesar de la cercanía del municipio a la capital de Puerto Rico, Loíza está casi al final de la lista en lo que respecta a la ayuda gubernamental y los servicios sociales, dijo Yamilin Rivera Santiago, directora de Comunicaciones y Desarrollo de Taller Salud. En consecuencia, la comunidad predominantemente negra de Loíza ha sufrido el racismo sistémico, la pobreza y la exclusión social durante generaciones.

La juventud de Loíza, en particular, ha sufrido la marginación en esta comunidad. Hay pocas oportunidades de empleo disponibles para los jóvenes en Loíza, y aquellos que se aventuran fuera del municipio en busca de trabajo a veces enfrentan discriminación por parte de empleadores que no los contratarán por su dirección, especialmente si viven en viviendas públicas.

La inestabilidad económica y la marginación social facilitaron que las gangas de barrio prosperaran en Loíza. Estas pandillas proporcionaron a los jóvenes marginados una forma de obtener ingresos en la economía informal y de obtener un sentido de pertenencia perdido. A su vez, exacerbaron la violencia en la comunidad a través de disputas territoriales y asesinatos por venganza.

Hoy, los motivos más comunes atribuidos a las muertes violentas en Loíza son los asesinatos por venganza, las disputas y los homicidios relacionados con las drogas, según datos de criminalidad del Negociado de la Policía de Puerto Rico.

Un suceso trágico ocurrió el 30 de septiembre de 2009, cuando tres adolescentes —Luis O’Neill Carrasquillo Cirino, Luis Joel López Meléndez y Jonathan Carrasquillo Carrasquillo— fueron asesinados en un tiroteo relacionado con gangas, durante una práctica de baloncesto en las canchas de El Ceiba. La masacre conmocionó a la comunidad. Se suponía que El Ceiba era un territorio neutral, pero el tiroteo expuso la escalofriante realidad de que la violencia de pandillas en Loíza podía irrumpir en la vida de los jóvenes en cualquier momento.

Tras la masacre en la cancha de baloncesto, Alana Feldman Soler, quien era la directora ejecutiva de Taller Salud en ese momento, se propuso encontrar un modelo de construcción de paz que pudiera implementarse en Loíza. Su investigación finalmente la llevó a Cure Violence (anteriormente Ceasefire-Chicago), un programa de prevención de la violencia con sede en Chicago, Illinois, que tiene como objetivo interrumpir los patrones endémicos de violencia a través de la interrupción de conflictos en el terreno, el alcance comunitario y la movilización.

Desarrollado en 1995, en la Universidad de Chicago (Illinois), por el epidemiólogo y médico Gary Slutkin, el modelo Cure Violence aborda la violencia desde una perspectiva de salud pública. Como una vacuna metafórica que inocula a los pacientes contra un virus contagioso, Cure Violence se concentra en mitigar los comportamientos de riesgo para los miembros comunitarios con más probabilidades de participar o convertirse en víctimas de violencia en el futuro inmediato.

Cuando Taller Salud decidió replicar el modelo de prevención de Cure Violence en Puerto Rico, representantes de Chicago vinieron a Loíza para capacitar al personal sobre cómo reconocer y manejar la violencia.

Una de las oportunidades que Chicago nos abrió es poder ver nuestra situación desde una perspectiva diferente”, dijo Alejandro.

“Cualquiera que haya vivido la violencia por completo, como nosotros, la gente de Loíza, se acostumbra a la violencia. No sabíamos cómo distinguir [la violencia] de un entorno diferente que no fuera violencia”, elaboró.

Aprender a identificar, interrumpir y transformar la violencia a través del marco de Cure Violence fue una experiencia empoderadora para el equipo de Acuerdo de Paz, explicó Alejandro. Cambiar su comprensión de la violencia de "inevitable" a "prevenible" permitió al equipo modelar una resolución de conflictos saludable y una justicia restaurativa con la juventud de Loíza. A su vez, los jóvenes que participan en Acuerdo de Paz modelan estos valores a sus compañeros, a sus padres y a la comunidad en general, creando un efecto dominó que desafía la normalización de la violencia en Loíza.

“Hemos cambiado nuestra mentalidad, y no vamos a volver atrás”, dijo Alejandro. “Estamos desautorizando la violencia en nuestras comunidades”.

'Aquí cabemos todos'

Un grupo de madres, esposas y hermanas de los jóvenes asesinados en Loíza inspiró la primera programación de Acuerdo de Paz. La coordinadora del programa, Scherezada Fuentes, contó a 9 Millones que estas mujeres dijeron que querían aprender a trabajar con el dolor. Por eso comenzaron a celebrar reuniones comunitarias donde las familias de los seres queridos asesinados podían expresar su dolor y discutir el impacto de la violencia en su comunidad.

“Hay una gran diferencia entre cuando entras en un barrio y dices lo que hay que hacer versus cuando vamos a un barrio a observar, sentarnos y escuchar”, dijo Alejandro. “Cuando la comunidad es la que trae soluciones, se construye la justicia restaurativa”.

Buscar en comunidad la información para su programa también influyó en cómo el equipo de Acuerdo de Paz adaptó el marco de Cure Violence para que se ajustara mejor al contexto cultural de Loíza.

Uno de los cambios mayores al modelo original de Cure Violence fue la exclusión intencionada de la policía. En Chicago, las fuerzas del orden participaron activamente durante las etapas de desarrollo de Cure Violence, proporcionando retroalimentación y recursos, y ayudando a pilotar Ceasefire en West Garfield Park. Si los conflictos escalaban durante las mediaciones, los interruptores de violencia llamaban a la policía para que interviniera.

Taller Salud siguió el mismo camino durante los primeros años del Acuerdo de Paz en Loíza. Sin embargo, en sus interacciones con los miembros de la comunidad, el equipo notó rápido que la participación policíaca obstaculizaba su capacidad para conectar y generar confianza con los jóvenes en riesgo, pues la mayoría de los participantes han tenido encuentros negativos con la policía, según el personal de Taller Salud. Además, cuando los agentes intervenían en conflictos entre jóvenes en Loíza, tendían a recurrir a arrestos, independientemente de si la situación justificaba o no la detención, según varios interruptores de violencia de Acuerdo de Paz.

Miembros del equipo de Acuerdo de Paz posan para una foto. El tamaño del equipo y el alcance del programa se vieron afectados cuando finalizó la financiación federal. Foto de Carlos Berrios Polanco

Hoy, cuando los jóvenes en riesgo optan por participar, se les asegura que los interruptores de violencia no llamarán a la policía por conflictos que involucren a los participantes del programa. Es una promesa que Taller Salud se toma en serio. “Tenemos que mantener nuestra palabra”, dijo Rivera Santiago.

“Creamos ese vínculo de confianza y a través de esa confianza… vienen a vernos como un lugar seguro”, agregó Joanaymarie Rosa Cepeda, miembro del equipo de alcance comunitario de Acuerdo de Paz. “La comunidad ve que… nunca iremos en contra de los participantes. En cambio, estamos aquí para ayudarlos a cambiar positivamente y alcanzar sus metas”, dijo.

'Vivir en paz en Loíza es posible'

Los fines de semana, los interruptores de violencia patrullan las barras  en la playa alrededor de Piñones, un lugar de encuentro popular para la gente de Loíza y de municipios cercanos. Comparten folletos informativos sobre el Acuerdo de Paz con los transeúntes y observan  a personas potencialmente agresivas. Si una pelea parece a punto de estallar, los interruptores de violencia intervienen e intentan calmar a los que discuten.

El personal de Acuerdo de Paz monitorea las redes sociales en busca de amenazas hechas por o contra los participantes del programa. Cuando una persona joven es blanco de gangas, los interruptores de violencia y los trabajadores de alcance comunitario actúan en seguida para hablar con el individuo y, en situaciones extremas donde el peligro parece inminente, trasladarlos a un lugar más seguro fuera de Loíza.

La integración comunitaria es igual de importante que estas respuestas rápidas en situaciones potencialmente violentas. Acuerdo de Paz facilita actividades recreativas para los jóvenes, como sus muy populares torneos de baloncesto. En los días de partido, las canchas de baloncesto al aire libre están llenas de jóvenes, sus familias y miembros de la comunidad, quienes asisten por la comida gratuita que proporciona Acuerdo de Paz.

Un cartel de Taller Salud en el pueblo pesquero de Puente Herrera anunciando su línea de atención 24 horas al día, 7 días a la semana. Foto de Carlos Berrios Polanco
Es una forma de cambiar la narrativa de que la comunidad no es segura. [Demostramos] que todos podemos reunirnos, divertirnos y compartir nuestra experiencia en un lugar seguro”, explicó Wesley Polaco Méndez, uno de los interruptores de violencia de Acuerdo de Paz.

El equipo de alcance comunitario celebra los cumpleaños de los participantes con bizcochos o cantándoles “Feliz Cumpleaños” en persona o por teléfono. “Cuando estamos en la comunidad, los [jóvenes] se preocupan por que sus vecinos puedan comer bizcocho. Incluso los vecinos vienen a celebrar”, dijo Fuentes.

“Comienzan a valorar más la vida. Muchas veces los he visto celebrando sus cumpleaños y piensan ‘no debería haber llegado a los 25’ o ‘la gente no esperaba que llegara hasta aquí’. Entonces, comienzan a crear este sentido de valor, este sentido de que su vida importa”, dijo Polaco Méndez. “Comienzan a ver sus vidas como importantes”.

A pesar del evidente éxito del enfoque de Acuerdo de Paz para reducir la violencia en Loíza, obtener fuentes de financiación para el programa sigue siendo un reto. Bajo la administración de Obama, Acuerdo de Paz obtuvo una subvención federal de tres años de 2012 a 2015, lo que permitió a Taller Salud contratar interruptores de violencia y trabajadores de alcance comunitario a tiempo completo para el programa. Sin embargo, desde 2016, Acuerdo de Paz no ha recibido financiación constante del gobierno federal.

Además de la incertidumbre financiera, el trabajo intensivo de construir paz que implica el Acuerdo de Paz puede dejar un fuerte saldo emocional en su personal, especialmente en situaciones cuando una mediación fracasa o una situación violenta escala antes de que el personal de Acuerdo de Paz pueda intervenir.

“Hemos perdido a muchos jóvenes en nuestro trabajo, jóvenes que no queríamos perder”, dijo Alejandro. “El dolor de la pérdida… nos da fuerza para seguir trabajando”.

De hecho, la visión de algunos de los miembros de la organización es que otras comunidades en Puerto Rico adopten este tipo de programa. “Ahora mismo, es el único programa que trabaja la violencia comunitaria”, afirma Fuentes.

Esta historia fue posible gracias al apoyo del Pulitzer Center on Crisis Reporting.
El periodista Carlos Berrios Polanco contribuyó con la interpretación y traducción de entrevistas, así como la fotografía de esta historia. La periodista Laura M. Quintero contribuyó con edición. El periodista Luis Alfaro contribuyó con la corrección y traducción al español.
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