
"Sin semilla no hay comida": Los bancos de semillas impulsan la agricultura en Puerto Rico
En Puerto Rico y el Caribe, ¿cómo se puede propiciar que la gente tenga injerencia sobre sus sistemas alimentarios? Una posible respuesta es el desarrollo de bancos de semillas en distintas escalas
Este es un artículo de periodismo de soluciones, una práctica rigurosa que recoge respuestas a problemas sociales. Este artículo ha sido producido por 9 Millones con el apoyo de Proximate.
“¿Sabes si en Puerto Rico hay un lugar que venda semillas locales del Caribe?”, me texteó mi amiga Olivia Walton, una mañana de marzo.
Olivia es una educadora ambiental en la Asociación Ambiental de Santa Cruz, en la vecina isla. Entre diversos proyectos, lidera un campamento de verano que enseña a jóvenes temas de justicia ambiental. Me comentó que quería comenzar un huerto, pero que no conseguía semillas. Allá, como en Puerto Rico, se importa gran parte de la comida y de los insumos para la producción agrícola, incluyendo semillas.
Le compartí la página web de Desde Mi Huerto en Isabela, una compañía que produce sobre cien variedades de semillas botánicas y agronómicas atemperadas a nuestro clima caribeño. La organización es conocida en Puerto Rico por su banco de semillas, el cual custodia y preserva cultivos de nuestra región. Al cabo de unos días, Olivia me envió, emocionada, una foto del paquete que le llegó de Desde Mi Huerto con diversas semillas producidas en Puerto Rico.

Le comenté esa historia a Raúl Rosado, agricultor agroecológico y cofundador de Desde Mi Huerto, en una tarde soleada de un miércoles de junio. Estábamos en la finca de diez cuerdas donde producen la mayoría de sus semillas. Queda a cinco minutos de la escuela rescatada en donde se localiza la tienda y el banco de semillas, una instalación con la capacidad de mantener y preservar semillas.
Para Rosado, la tradición de cuidar las semillas locales es un legado importante. Lo que comenzó como un huerto en el techo de la casa de sus padres hace veinte años se ha convertido en una empresa puertorriqueña dedicada a la adaptación, cuidado, propagación, envasado, distribución y venta de semillas orgánicas certificadas por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA).
También, es un modelo notable de agroecología en Puerto Rico. A nivel mundial, el movimiento agroecológico, liderado por pequeños agricultores y campesinos, ha impulsado modelos de producción alimentaria a pequeña escala que se basan en la agricultura cooperativa y local. El movimiento se presenta como una alternativa a las empresas multinacionales que controlan la producción de alimentos y semillas. Los defensores de la agroecología sostienen que la gestión responsable de las semillas protege la biodiversidad y garantiza al mismo tiempo que las comunidades tengan control sobre sus sistemas alimentarios.
En el caso de Puerto Rico y el Caribe, ¿cómo se puede propiciar esa injerencia, que a su vez es crítica para la soberanía alimentaria? Una posible respuesta es el desarrollo de bancos de semillas en distintas escalas.
Desde Mi Huerto sirve de ejemplo de lo que es posible aquí, pues no solamente venden y procesan semillas adaptadas a nuestros suelos y clima, sino que preservan la tradición de custodiar y compartir las semillas.

“Sin semilla no hay comida”, aseveró Rosado al hablar de esta labor.
La escasez de semillas abona a la inseguridad alimentaria de Puerto Rico
No siempre fue así. En los meses subsiguientes al embate del huracán María en 2017, la falta de semillas y de materiales agrícolas fue uno de los principales obstáculos mencionados por el sector agrícola en el proceso de recuperación de sus fincas.
“Importamos la mayoría de nuestras semillas de hortalizas, cereales y legumbres. Cumplen una función básica, pero no necesariamente son óptimas para nuestras condiciones”, contestó Salvador Coleman, coordinador de agroecología de la organización Para La Naturaleza, una organización que promueve, aboga y trabaja por la conservación ambiental en Puerto Rico.
En 2022, los agricultores gastaron sobre $15 millones en semillas, árboles y esquejes, según el Censo Agrícola, pero el Departamento de Agricultura de Puerto Rico no tiene datos disponibles sobre cuántas de las semillas compradas por los agricultores son importadas o producidas localmente. La única información disponible en el censo se refiere a la producción de algunas semillas, que en su mayoría son semillas transgénicas o híbridas experimentales destinadas a la exportación, y que reciben importantes incentivos gubernamentales.
A eso añaden otros obstáculos sociales, económicos y políticos que en conjunto hacen del quehacer agrícola uno difícil en Puerto Rico. Según el censo agrícola más reciente, la mayoría de los agricultores promedian 60 años de edad y gran parte tiene un ingreso anual de menos de $20,000. Además, se exponen a retos de salud ocupacional por su trabajo a la intemperie. El trabajo agrícola puede ser arduo. No conseguir semillas entonces se suma a la dificultad de sostener una producción agrícola.
Rosado contó que muchos agricultores llegan frustrados a Desde Mi Huerto por lo difícil que a veces se les hace conseguir semillas. Hasta hace poco, el banco más accesible de semilla era el de la Estación Experimental Agrícola (EEA) de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
“Allí no hay semillas ya... Si acaso en alguna época a lo mejor tienen, pero es poquita”, comentaba Rosado. La EEA es parte del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), la cual por más de 110 años ha liderado investigaciones en ciencias agrícolas en el país. Y junto a la EEA, el Servicio de Extensión Agrícola ha sido clave en el apoyo al agro divulgando el conocimiento científico a través del archipiélago.

El programa Semilla Selecta fue creado originalmente en 1945 con el objetivo de proveer semillas para huertos. En 2020, el programa fue relanzado, incluyendo la venta en línea, puesto que antes había que ir a las estaciones para conocer disponibilidad y precios. Se trata de un programa comercial, para generar ingresos para la EEA, que ha recibido un corte presupuestario de $19 millones, según el saliente Decano Asociado de la EEA, Lucas Avilés. Aunque el rol de la EEA es “desarrollar la investigación necesaria para el desarrollo agrícola [y] la parte de suplir semilla no está en nuestra misión”, ha sido y es un actor importante en la disponibilidad de semillas locales.
Avilés explicó que el Departamento de Agricultura local tuvo —en la década de los 80— un programa para el cual contrataba a la EEA como productora de semillas. Ese programa fue cerrado en los 2000 y hoy trabaja mayormente la producción de café a través de viveristas privados. No obstante, la EEA mantiene un acuerdo colaborativo para producir parte de la semilla.
El banco de semillas de la Universidad tiene cerca de 30 variedades de cultivos importantes para el agro local. “Seguimos produciendo porque sabemos que está ese hueco… Vamos a estar creciendo en esa dirección, en la parte de producir semilla para el mercado”, explicó Avilés. Sin embargo, dado a los recortes significativos, no cuentan con mayores recursos para satisfacer la demanda. Además, gran parte del material genético producido por la Universidad, incluyendo semillas, se encuentra en bancos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
“Hay unas variedades de piña que se desarrollaron en un momento dado [por la EEA], que no tenemos semilla de ella. En el momento que se necesite, se iría al banco de germoplasma de piña a solicitar esos cultivos que se depositaron allí. Y eso pasa con muchas de las variedades que se han desarrollado en la estación”, comentó. Esta dificultad para mantener el material genético en Puerto Rico se da en un contexto de recortes constantes al presupuesto de la EEA. El Estado ha desinvertido en la Universidad , como consecuencia de las medidas de austeridad y la imposición de una junta de control fiscal en Puerto Rico.
“Puerto Rico cuenta con conocimiento técnico importante —como el que se ha desarrollado históricamente en la EEA—, pero no se le ha permitido cumplir su rol estratégico. Hoy, enfrentamos su desmantelamiento”, denunció Coleman. Inmediatamente, puntualizó que son necesarias la voluntad política y visión para poner la producción de semillas en el centro de cualquier proyecto de impulso agrícola. “Pensar en el futuro de la agricultura en Puerto Rico requiere comenzar por la semilla. Y eso significa dirigir recursos significativos en esta dirección, empezando por recuperar las colecciones y capacidades dentro de las Estaciones Experimentales”, continuó.
Los bancos de semillas como herramienta para cultivar y cosechar soberanía alimentaria
Los agricultores agroecológicos—quienes balancean los beneficios humanos y naturales sosteniendo principios de justicia social y ambiental— promueven la expansión y el apoyo a iniciativas comunitarias, tales como brigadas solidarias, redes de apoyo e intercambio de saberes y de semillas.
“La semilla está en las manos de la gente y esa es la parte importante. Si la gente valora la semilla y la preserva, pues la semilla va a seguir adelante”, me comentó Rosado, mientras salíamos a caminar por el predio y hablábamos de la “soberanía de semillas” o el derecho de las personas a preservar y determinar el uso de las semillas.
El ponceño empezó a sembrar y propagar plantas en el techo de la casa de su familia a los 23 años. De ahí pasó a trabajar media cuerda en Patillas. Al paso de los años, notaba que había un intercambio constante de semillas entre personas agricultoras y no agricultoras, entre quienes sembraban en sus patios y en fincas de producción comercial, una práctica histórica que ha preservado la producción local. “Ahí fue que nos dimos cuenta como que, wow, espérate, esto tiene otras repercusiones…. Hay que cuidar esta semilla; propagarla”, me decía mientras servía almuerzo con cosechas de la finca.

En un umbráculo, parte del equipo estaba cosechando unas semillas. Allí, en esa finca, se produce casi el 75% de las 120 variedades que se venden y se guardan en el banco de semillas. Aunque venden paquetes de más de una libra, dependiendo del cultivo y la disponibilidad, gran parte de ellas se venden en paquetitos para uso en huertos y producciones a pequeña escala. La otra parte viene de fincas de la región, que colaboran con Desde Mi Huerto. Eso refleja el intercambio continuo que se da en nuestras islas.
“Debería ser un derecho tener la accesibilidad a la semilla”, continuó Rosado; “no solamente tener comida, sino tener la posibilidad de yo crear mi propia comida… crecer mi propia comida”.
Y es que el derecho de los pueblos a la comida y a tener injerencia sobre el funcionamiento de sus sistemas agroalimentarios, incluye el aspecto de la producción y distribución de semillas. Esto es algo que guía parte del trabajo de Desde Mi Huerto. Pero producir semillas es otro tipo de producción para la cual muchos agricultores no tienen el tiempo ni los recursos económicos o técnicos. Por ejemplo, quizás en una finca grande se pueda separar y dedicar parte del terreno a la producción de semillas, pero no en todas se puede. Por eso, se han dirigido esfuerzos a aumentar las capacidades de producciones de menor escala y agroecológicas ante tales retos.

Subvenciones y apoyo externo como catalizadores
Desde Mi Huerto ha podido acceder a subvenciones que les han apoyado en lograr un banco de semillas “resiliente”, es decir que esté compuesto de una infraestructura apta para resistir embates climatológicos y poder suplir su propia energía a través del sol. En colaboración con el Banco de Alimentos de Puerto Rico y Feeding America, Para La Naturaleza proveyó fondos para apoyar dicha resiliencia. “Su trabajo debe continuar y replicarse, pero lograrlo requiere que tanto el sector público como el privado reconozcan que este tipo de iniciativa necesita respaldo sostenido, incluyendo subsidios”, me comentó Coleman sobre tal colaboración.

Las subvenciones y los talleres que ofrecen han logrado diversificar los ingresos y mantener el precio de la semilla accesible. Aparte de vender semillas en línea, Desde Mi Huerto también lo hace en agrocentros, ferreterías, supermercados y colmados, a precios de entre $2 y $5, de acuerdo al tipo de semillas.
Ya cuando llevábamos los platos del almuerzo al fregadero y la brisa de las dos de la tarde nos motivaba a darnos un cafecito, Rosado enfatizó la importancia de aunar esfuerzos públicos, privados y académicos, para lograr una mejor conexión que reduzca la fragmentación que existe en Puerto Rico y que permita que las semillas sigan siendo abiertas al público. “Yo no soy dueño de ninguna semilla que yo trabajo; yo, simplemente, las cuido y las propago”. Eso refleja el compromiso agroecológico con que la semilla no es un mero producto u objeto cuyo fin es solo generar ganancias económicas.
Rosado me dijo que después del café tenía que regresar a la tienda para terminar unas cosas y ponchar a las cuatro. Hoy, a diferencia de cuando estaba comenzando, ha hecho las paces con que merece descansar y tener su tiempo libre. Los fondos que recibieron a través de la mencionada colaboración les han servido para comprar maquinarias agrícolas con el fin de hacer más eficiente su producción, siguiendo principios agroecológicos. Pero más importante aún, para resguardar su calidad de vida.
“No es comprar máquinas por comprar máquinas, sino por hacer un trabajo más rápido y poder tener tiempo para ir al cine con los nenes, para ir a la playa… poder compartir en familia. Una de las cosas que yo le decía a la gente es que, gracias a esa ayuda, nosotros no tuvimos que coger un préstamo en equipo… así que el precio de la semilla lo mantenemos bajo”, dijo.

Luego del huracán María, en Puerto Rico ha cobrado importancia transformar el sistema agroalimentario para sustentar a la población, a la vez que permita una vida digna para quienes trabajan en la agricultura y la pesca. Organizaciones, tales como Hispanic Federation y World Central Kitchen, han desarrollado interés en apoyar esfuerzos en esos sectores. Pero muchas veces los procesos para solicitar subvenciones son onerosos.
El sector agrícola “quiere aumentar la producción, pero si no hay fondos, pues es un poco complicado para la agricultura echar para adelante”, dijo Rosado después de fregar la tacita. Aparte, las solicitudes de fondos toman tiempo y requieren de apoyo técnico.
Ampliar la producción requiere acuerdos
Un sábado de julio antes de terminar esta nota, estuve en el Festín en la Tala, en la finca del Proyecto Agroecológico el Josco Bravo en Toa Alta. Es un evento mensual para apoyar “el buen vivir de sus agricultores”. Este refleja la diversificación de actividades e ingresos para poder sostener las producciones. Invitan a chefs, que tienen el compromiso con una gastronomía sustentable, a cocinar con los productos de la finca. Mientras recorríamos la finca, le pregunté al agricultor Ian Pagán Roig si allí producen sus semillas.

“Producimos lo más que podemos, maíz, ají dulce, berenjena, algunas no producen semillas en el trópico. Es un reto conseguir semillas [aquí en Puerto Rico]. [Por ejemplo] nosotros sembramos ñame. Llamé a todos los lugares donde yo usualmente compraba semillas, no tenía semillas. Todo el mundo me dijo, ‘Ah, compra cajas de semillas de los importadores’", dijo. Relató lo difícil que se les ha hecho conseguir esas y otras, como la puertorriqueña calabaza Soler. “Nosotros usualmente tenemos semilla, reservamos nuestra propia semilla, pero nos quedaba poca. Me comuniqué con Semilla Selecta, que es un sitio bastante confiable, pues no estaba disponible. Me comunico con Desde mi huerto y también lo que tiene son paquetitos de 10 semillas. ¿Cómo un agricultor no consigue semilla de la calabaza soler, que es una de las calabazas más comunes en el país?”, preguntó Pagán Roig en torno a una situación que ocurrió en mayo de este año. Este intercambio me dejó pensando que los bancos de semillas actuales necesitan mayor apoyo para expandir sus capacidades o que más personas repliquen estos modelos.
Avilés fue enfático en cómo la falta de fondos para la Universidad dificulta el trabajo técnico, administrativo y agronómico, que requiere sostener un banco de semillas. También, reconoció que agricultores como Pagán Roig no consiguen semillas en la EEA, pues no dan abasto para la demanda.
“Esto es cíclico y cuando todos deciden ponerse a sembrar [un cultivo particular], pues la poca semilla que producimos se nos agota y no tenemos semilla para todo el que venga en cualquier momento, pero si el agricultor lo solicita con tiempo y nos dice: ‘El año que viene yo quiero sembrar 30 cuerdas de calabaza solar; necesito semilla’, pues podemos hacer el trabajo y producirle la semilla para sembrar 30 cuerdas de calabaza”, comentó.
El también catedrático compartió que el Secretario de Agricultura Josué Rivera Castro les hizo un acercamiento para reactivar acuerdos de producción similar al que hubo en los 80.
Un futuro en donde se continúe la tradición sin menoscabar la calidad de vida
Me pregunto cómo sería nuestro sistema agroalimentario si tuviésemos los recursos para lograr una planificación cohesiva y una producción de semillas sustentable.
Aquella tarde de junio, antes de irme de la finca de Desde Mi Huerto, le comenté a Rosado que Joshua “Yerbani” Rodríguez, un exalumno de la UPR en Utuado, recién comenzó un proyecto agroecológico, Finca Semilla. Él quiere dedicarse de lleno a la agricultura —como muchos de los estudiantes egresados del único programa de agricultura sustentable en Puerto Rico—, pero enfrenta varios retos económicos, técnicos y administrativos para ello. Yerba, como le conocen, no solo está produciendo comida para su comunidad en la montaña y vendiendo comercialmente, sino que planifica crear un banco de semillas.
“No hay soberanía alimentaria, si no hay libertad para el acceso, manejo y cuidado de semillas”, me dijo el joven agricultor cuando le comenté que estaba escribiendo esta nota. “Las redes de apoyo con ‘guardianes de semillas’ —como les llamo— son puentes que nos encaminan hacia la soberanía alimentaria. Acá en Puerto Rico hacen falta lugares que se dediquen a producir y custodiar semillas. Que compartan terreno, tiempo y energía para facilitarle semillas a quienes solo pueden dedicar su día a día a producir comida”, continuó.
Esto es un ejemplo de iniciativas a pequeña escala que existen a través de Puerto Rico y otras de las cuales quizás no sabemos. Rosado me compartió que eso demuestra la tradición de custodiar e intercambiar semillas para conservar la diversidad agrícola, seguir adaptándolas y aportar a nuestro sistema agroalimentario. “Es parte de la historia de la humanidad”.
Semillas a punto de florecer y producir frutos
En agosto, le di seguimiento a Olivia, quien ya no se preocupa como antes por no poder conseguir semillas caribeñas. “Cuando descubrí que podía encontrar semillas no solo cerca de mí, sino también en mi isla hermana, Puerto Rico, sentí que este huerto me conectaría aún más profundamente con mis raíces”, me dijo en un texto. Sus cultivos de semillas de okra, sandía, habichuelas y otras, enviadas desde Isabela, están a punto de florecer y producir fruto.
¿De dónde hubiera podido ella comprar o importar semillas para ese huerto, si no hubiera tenido la opción de adquirirlas en Desde Mi Huerto? ¿Cómo se puede lograr que hayan fincas semilleras en Puerto Rico, donde los agricultores se involucren en la conservación?. La filantropía puede apoyar esos esfuerzos. El reto es lograr que se aplique de forma justa; que no menoscabe la injerencia de las personas y que no fomente ciclos de dependencia y de desigualdad. Más no se puede obviar el rol gubernamental.

Este año, Olivia ha compartido las enseñanzas agroecológicas que aprendió de su abuela con adolescentes que participan del campamento de verano Environmental Changemakers, que comenzó gracias a una subvención de la Fundación Switzer. Los estudiantes visitan fincas en Santa Cruz y aprenden de la soberanía alimentaria. Por lo general, la niñez se sorprende al aprender que más del 90% de los alimentos de Santa Cruz son importados. “No quiero solo sorprender a estos estudiantes, quiero trabajar con ellos para encontrar soluciones creativas. Los bancos de semillas nos dan —a mí y a mis estudiantes— esperanza para un futuro más resiliente y sostenible para nuestra isla”, enfatizó.
Luis Alexis Rodríguez Cruz es escritor, comunicador científico e investigador de Juana Díaz, Puerto Rico.